Introducción
Los avances científicos y tecnológicos cumplen un importante papel en las
sociedades actuales para enfrentar el proceso de la globalización.
Para lograr un óptimo desarrollo científico tecnológico es necesaria la
relación con un buen sistema educativo. Esta conexión debe ser recíproca alimentando
la educación con el conocimiento científico-técnico. Argentina no está fuera
del mundo globalizado, y frente a la crisis que atraviesa deberá utilizar de la
mejor manera los recursos institucionales e intelectuales con los que cuenta en
estas áreas para proponer y poner en práctica soluciones para salir adelante.
Desarrollo.
La ciencia y la tecnología le han
permitido al hombre modificar al mundo que lo rodea. Para bien o para mal han
sido, desde el comienzo de los tiempos, instrumentos que le permitieron conocer
y comprender la naturaleza y tratar de controlarla y modificarla en busca de la
satisfacción de sus deseos. En la actualidad la ciencia y la tecnología se encuentran
íntimamente ligadas. No podemos hablar de un avance científico, sin el aporte
de los numerosos instrumentos tecnológicos utilizados en la investigación. Y tampoco
se puede pretender un avance tecnológico, sin los conocimientos que la ciencia
proporciona. Las actividades científicas y tecnológicas han adquirido
fundamental importancia en los últimos años considerándolas factores que impulsan
el desarrollo de las naciones. Este impulso se debe a la influencia que ejercen
sobre la cultura, la economía, la política y la educación de los países. El
Consejo Internacional de Sindicatos de Científicos afirma que: “Un desarrollo continuo y a largo plazo no
puede ser asegurado si el dinero invertido en las ciencias y tecnologías no
encuentra su correspondencia en los fondos asignados a programas educativos
dirigidos a la formación de científicos y tecnólogos, y hacia el mejoramiento de
la alfabetización científica del conjunto de la población”.
Cuando la población toda no participa de la cultura científica-técnica los
sistemas democráticos corren el riesgo de caer en la tecnocracia. Esto implica
que si el pueblo no comprende, no puede controlar democráticamente las acciones
que van referidas desde el origen del universo hasta la bioética. Pero, para
lograr esta cultura es determinante el papel de la educación, que deberá
complementarse con la participación de la comunidad científica quien aportará
los elementos necesarios para mejorar la misma. Una persona formada en un medio
donde se cultiva la ciencia adquiere espíritu crítico y mayor destreza para
razonar por sí mismo, lo que le permitirá desenvolverse correctamente en todos
los aspectos de la vida sin importar cual sea su profesión.
Un país necesita para salir adelante individuos con estas características: inteligencia
desarrollada, creatividad y capacidad para poner en práctica los conocimientos
adquiridos. Es aquí donde la intervención del estado se debe hacer presente orientando
políticas formadoras de conocimientos, en la que participen empresas e instituciones
públicas y privadas, las universidades, y los recursos humanos con los que
cuenta, de modo tal que los frutos de este conocimiento no se transforme en
beneficios personales sino en favor del
bien común. Lamentablemente, no siempre se han utilizado estos valiosos
instrumentos con este fin: las ansias de poder, la ambición desmedida y la
desvalorización de la vida humana, han enfrentado en muchas ocasiones el avance
científico-tecnológico con la idea de progreso. La segunda mitad del siglo XX
ha contemplado un escenario muy contradictorio. Por un lado las maravillas
logradas en las áreas de la informática, las comunicaciones, la medicina y
otros tantos adelantos que mejoraron la vida del hombre; y por el otro,- 3 - las
terribles consecuencias de los avances en materia de tecnología nuclear,
detonados en Hiroshima, los horrores de la aplicación de avanzadas técnicas de
exterminio humano en los campos de concentración, y las controversias que
comenzaron a gestarse a raíz de los proyectos de clonación de la vida humana.
El científico no sabe muchas veces cuáles serán las consecuencias de su
trabajo. Si los resultados de sus investigaciones se aprovecharán en cuestiones
tecnológicas, para aumentar el conocimiento de la ciencia pura o sólo para su
propia autorrealización. Lo que sí debe saber es que tiene un compromiso social
que el estado deberá marcar orientando el financiamiento de proyectos
consistentes y benéficos. Este compromiso del científico consiste en la divulgación
de su conocimiento.
Deberá traducirlo de modo que el pueblo pueda aprovecharlo y aplicarlo en
la vida bienes y servicios que permitirán el desarrollo económico y social. En
la Argentina todavía no se ha creado una conciencia real sobre la importancia
de la ciencia y la tecnología para el crecimiento y fortalecimiento del país.
Probablemente sea a causa de las diversas transformaciones que se sucedieron a
lo largo del tiempo, dificultando la evolución de las mismas en el país. A
comienzos del siglo XX se consolidaron las instituciones científicas
argentinas, que permitieron obtener en el transcurso del siglo tres premios Nobel
en Ciencias (Dr. Bernardo Houssay, Nobel de Fisiología y Medicina,1947; Dr.
Luis F. Leloir, Nobel de Química, 1970; y Dr. César Milstein, Nobel de Fisiología
y Medicina, 1984) y otros destacados reconocimientos a investigadores nacionales.
Los reiterados períodos de gobiernos no democráticos provocaron grandes
pérdidas de recursos humanos. Con la vuelta a la democracia, el sector tendió a
mejorar. Sin embargo, los recurrentes problemas políticos y económicos que surgieron
con la crisis ocasionada por la deuda externa latinoamericana hicieron que se demorara
el desarrollo del sistema y que la fuga de cerebros no fuera ya por cuestiones políticas
sino económicas. Actualmente, Argentina atraviesa una crisis económica,
política y social de la cual no le será tan fácil salir. Es por ello que se
deben aprovechar al máximo los pocos o muchos recursos con los que cuenta para
llevar a cabo acciones que favorezcan su progresivo desarrollo. La realidad
manifiesta que la relación entre investigadores y población económicamente activa
es relativamente baja. La Argentina cuenta con aproximadamente 3500 investigadores,
2000 becarios en el país y 300 en el exterior.
Las instituciones que se encargan de la ejecución de las actividades en el
área son: el CONICET y las Universidades orientados a la investigación y a la
formación de investigadores, y el resto de los organismos dedicados a la
ciencia y la tecnología tales como el INTI, el INTA y la CNEA. Contar con estos
entes es fundamental, ya que todos estos organismos reúnen la capacidad de
pensamiento y la producción de conocimientos. No obstante no se están
aprovechando al máximo sus capacidades. Éste es el caso de las 90 Universidades
del país, que concentran el trabajo de más del 60 % de los investigadores argentinos.
Son destacables los proyectos universitarios en búsqueda de respuesta a la crisis,
tales como la fabricación de medicamentos genéricos en la Universidad de San
Luis, pero la falta de recursos condiciona terriblemente a las entidades
públicas. Debido a que el estado no dispone de fondos para destinar al financiamiento
de los proyectos deberá movilizar al sector privado, las provincias o instituciones
regionales de modo de aumentar la inversión y ampliar el marco de las actividades
científicas y tecnológicas.
La debilidad en la interacción entre el aparato científico, la educación,
la administración pública y el sistema productivo- 4 - es uno de los problemas
que deberá resolver el gobierno argentino. Es indispensable que se profundice
la democratización del sector mediante mecanismos de participación que
relacionen la comunidad científica con la comunidad civil. Así vemos como
ejemplo las ferias y concursos de ciencia y tecnología en los niveles de
educación Polimodal que hacen posible el trabajo en conjunto de alumnos, investigadores
y docentes, dando la posibilidad al alumno de conocer el mundo de la ciencia y
la tecnología y haciendo más pequeña la brecha entre éstas y la educación. Los
esfuerzos de los científicos y entidades dan cuenta de calidad y fortaleza
vocacional. Revalorizar su trabajo y vincularlos con los municipios, ONGs y sectores privados lograrán conseguir
resultados que tengan un fuerte impacto social y contribuyan a recobrar el
importante papel de la ciencia y la tecnología como fuerza productiva de
nuestra época.
Conclusión
La tecnología y la ciencia con todo su poder y presencia no son ni un dios
ni un demonio. Son creaciones humanas que surgen en un tiempo y lugar
determinado, dentro de un contexto social, económico y político específico. Las
sociedades democráticas deberán fomentar y controlar las acciones científico
tecnológicas para que sus beneficios lleguen a todos y sus peligros puedan
evitarse. La educación de la población tendrá que ser tal que le permita
comprenderlas y saber cómo aplicarlas. Los argentinos debemos enfrentar el desafío
de pensar, reflexionar, cuestionar, construir, crear... Será necesario el
aporte de todos para salir adelante. La pobreza y el desaliento van en aumento,
al igual que las incertidumbres políticas, la inseguridad y el desempleo. Los
malos ejemplos abundan y da la sensación de que el barco ha perdido el rumbo. Ante
esta realidad existen excepciones notables:
“el trabajo silencioso de muchos científicos, tecnólogos y educadores”.
Estos demuestran que pueden generar con conocimientos básicos y escasos
recursos, aplicaciones de punta que podrán ser utilizadas en las distintas
actividades productivas (sector agropecuario, salud, informática, etc.)
ayudando a mejorar la situación que el país atraviesa. Apostar al futuro
poniendo esfuerzo, dedicación y responsabilidad en el desarrollo de estas áreas
será indispensable para progresar en un mundo globalizado que hace cada día más
difícil la tarea de construir un puente para no caer en el abismo.
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